martes, 25 de junio de 2013

Francisco Caja: "La Raza Catalana" en el libro de estilo de Catatònia Triomfant




"La percepción histórica actual del catalanismo en su dimensión académica, de inspiración izquierdista, está construida premeditadamente a partir de las consignas y el paradigma elaborados por Josep Termes y otros en el "CoL.loqui d'Historiadors" celebrado en Barcelona los días 3 y 4 de mayo de 1974. 

Se trata de un paradigma inspirado en la doctrina de las tres fases o etapas del nacionalismo de Joaquín Maurín. 

La adhesión a ese relato oficial de la historia del catalanismo ha sido y sigue siendo conditio sine qua non entre los historiadores para formar parte de las instituciones u obtener una plaza en las universidades catalanas, o formar parte de un mercado intervenido y clientelizado hasta límites inconcebibles. 


El gobierno de Pujol ha «empleado» a esos intelectuales, principalmente de izquierdas, para asegurar la transversalidad del nacionalismo en Cataluña. 

Ni que decir tiene que el sectarismo de esa izquierda (basado en una falsa superioridad moral sobre la derecha) ha servido de incentivo y coartada para la imposición de ese relato único y tergiversador. 

Por otro lado, la incompetencia y extravío de los historiadores «españoles» (salvo honrosísimas excepciones), cargados de prejuicios izquierdistas y más interesados en imponer un relato de la Segunda República y de la guerra civil legitimador del gobierno del PSOE que en el esclarecimiento de la verdad de nuestra historia reciente, ha permitido a los nacionalistas imponer su propio relato sin -contradictores, ejerciendo un cómodo monopolio sobre la materia.

Contrasta esta situación —y el hecho es muy relevante— con la del nacionalismo vasco: 

en Cataluña la intelligentsia ha sido y es casi en su totalidad nacionalista, a diferencia de lo que sucede en el País Vasco, donde sus mejores intelectuales se han mantenido y se mantienen fuera del nacionalismo y críticos con él."

(...)

En 1982, un preclaro historiador patrio, de nombre Josep Termes, en su intervención en un ciclo de conferencias organizado por el Departament de Cultura de la Generalitat de Catalunya,


entonces presidido por el nunca suficientemente ponderado conseller Max Cahner, titulada «La immigració a Catalunya. Política y cultura», afirmaba sin tapujos: 

«Con la inmigración Cataluña ha escogido un camino sin retorno. 

No hay otra salida que la lucha por la integración de ésta. 

Todas las demás hipótesis no pueden ser tenidas, razonablemente, en cuenta ni para una especulación doctrinal o académica. 

Es necesario, pues, obligadamente trabajar para la integración de los emigrantes, que, por otra parte, tanto han contribuido al crecimiento de Cataluña, y que muchos de ellos —y de sus hijos—quieren más que algunos catalanes, y con más sufrimiento y abnegación.

Ésta es la vía, y no hay otra. 

O se produce la integración, o Cataluña se desnacionaliza en una generación. 

Y, en este campo, no valen diferencias partidistas, políticas sectarias de clientelismo, ensayos sobre retóricos modelos de sociedad (indemostrada su viabilidad), proyectos alternativos de poder, ni camuflajes internacionalistas, que niegan la nación del vecino pero no la propia. 

O se combate por la integración y la supervivencia de una Cataluña nacional, o se forma parte del ejército imperial de ocupación. 

No importa la retórica, o aquí o allá». 
  (Josep Termes "La inmigració a Catalunya. Política i cultura")

Al leer estas líneas, la pregunta que hay que hacerse es ésta: 

¿qué puede explicar que un catedrático de Historia pueda, con total impunidad y sin que nadie tache esa afirmación de insensata, afirmar tal cosa? 

Porque, y esto es lo decisivo, esa insensatez, ese disparate, no es insignificante. 

Quiero decir que, si la verdad del catalanismo es el objetivo, no es suficiente denunciar su error, a todas luces evidente, es necesario interpretarlo. 

Y eso significa preguntarse: ¿por qué ese error?, ¿qué es lo que lo sobredetermina? 

El decir que eso es un error, o que es un signo de la subordinación de un intelectual al poder, después de todo cosa habitual, no es decir la verdad, o al menos, no ya toda la verdad, sino aquel aspecto de la verdad que está vinculado a aquello con lo que Durkheim, el padre de la sociología francesa, definía como fait social". 

Si Termes está «obligado» a decir eso, ¿cuál es la naturaleza de esa obligación? 

¿Simple «ideología» en el sentido marxiano? No lo creo. 

Y he tratado de demostrarlo en mi libro. 

La involuntaria «servidumbre voluntaria» no es tan fácil de explicar.




Francisco Caja: "La Raza Catalana"; ed Encuentro, Madrid 2013 






ole

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