El romance de Zaide —como ha demostrado don Manuel Alvar—
fue compuesto por Lope de Vega.
He aquí, para empezar, la versión del cantaor El Chozas de Jerez de dicho romance que es muy popular en la serranía de Ronda.
Juan José Vargas Vargas «El Chozas», aunque, natural de Jerez de la Frontera, aprendió este romance —según Suárez Avila— «de un gitano del Puerto, que estaba preso en 1924, cuando él, como soldado, hacía guardia en el famoso penal portense».
Junto a esta versión, Luis Suárez ha recogido la de Dolores Suárez La 0 «La del Cepillo» (El Puerto de Santa María, 1968), la de Miguel Niño Rodríguez «El Bengala» (Triana, 1973) y la de Jerónima Jiménez Herrera «Jeroma la del Planchero» (El Puerto de Santa María, 1981). Esta última versión procedería de José Morón «Moroncillo» (n. El Puerto de Santa María, 1870).
En el trabajo citado de Suárez Ávila se encuentra abundante material sobre otros muchos romances. A él remito al lector interesado.
SUÁREZ ÁVILA, Luis. “Poética y tradición de los romances de los gitanos
andaluces: “El Lebrijano”, un caso de fragmentismo y contaminación
romancística”. Culturas Populares. Revista Electrónica 2 (mayo-agosto 2006) http://www.culturaspopulares.org/textos2/articulos/suarezavila.pdf
1. La versión del cantaor El Chozas de Jerez
del Romance de Zaide.
(Como se ve en la partitura el romance se canta en tono menor)
Por el castillo de Luna
qué galante se paseaba Zaide,
aguardando que saliera
que Celinda al balcón a hablarle.
Y sale Celinda al balcón
más bellita que cuando sale
que la lunita en la oscura noche
que huyendo de sus tempestades.
Y ya yo lo sé que tú eres valiente
y que descendías tú de buen linaje,
que has mataíto más cristianos
que gotitas de sangre vales.
A mí me han dicho de que tú te casas
y que tú tratabas a mí de olvidarme
y con un moro feo y turco
que del reinaíto de tu padre.
Por los llanitos de Granada
qué galante paseaba Zaide
y se ha encontraíto en batalla
con aquel moro feo y turco
del reinaíto de su padre.
Y sale Celinda al balcón
y quien se volviera en valor
que la aventajara en batalla
y a ese moro feo y turco
que la cabecita yo le cortara.
Que ha preguntao el Rey moro
ha preguntao el Rey moro
de quién era ese estandarte
y le ha contestao un serranito
que de uno que no tiene pare.
Dichosa la mare
que tiene que dar
rosas y jazmines
por la madrugá.
2. El Romance original de Zaide de Lope de Vega
I
Gallardo pasea Zaide
puerta y calle de su dama,
que desea en gran manera
ver su imagen y adorarla,
porque se vido sin ella
en una ausencia muy larga,
que desdichas le sacaron
desterrado de Granada,
no por muerte de hombre alguno
ni por traidor a su dama,
mas por dar gusto a enemigos,
si es que en el moro se hallan,
porque es hidalgo en sus cosas,
y tanto que al mundo espantan
sus larguezas, pues por ellas
el moro dejó su patria;
pero a Granada volvió
a pesar de ruin canalla,
porque siendo un moro noble
enemigos nunca faltan.
Alzó la cabeza y vido
a su Zaida a la ventana,
tan bizarra y tan hermosa
que al sol quita su luz clara.
Zaida se huelga de ver
a quien ha entregado el alma,
tan turbada, y tan alegre,
y cuanto alegre turbada,
porque su grande desdicha
le dio nombre de casada,
aunque no por eso piensa
olvidar a quien bien ama.
El moro se regocija,
y con dolor de su alma,
por no tener más lugar,
que el puesto no se le daba,
por ser el moro celoso
de quien es esposa Zaida,
y en gozo, contento y pena
le envió aquestas palabras:
«¡Oh más hermosa y más bella
que la aurora aljofarada,
mora de los ojos míos,
que otra beldad no te iguala!
Dime, ¿fáltate salud
después que el verme te falta?
Mas según la muestra has dado
amor es el que te falta,
pues mira, diosa cruel
lo que me cuestas del alma,
y cuántas noches dormí
debajo de tus ventanas;
y mira que dos mil veces
recreándome en tus faldas,
decías: «El firme amor
sólo entre los dos se halla»,
pues que por mí no ha quedado,
que cumplo por mi desgracia
lo que prometo una vez,
cúmplelo también, ingrata.
No pido más que te acuerdes,
mira mi humilde demanda,
pues en pensar sólo en ti
me ocupo tarde y mañana?».
Su prolijo razonar
creo el moro no acabara,
si no faltara la lengua
que estaba medio trabada.
La mora tiene la suya
de tal suerte, que no acaba
de acabar de abrir la gloria
al moro con la palabra,
vertiendo de entrambos ojos
perlas con que le aplacaba,
al moro sus quejas tristes
dijo la discreta Zaida:
«Zaide mío, a Alá prometo
de cumplirte la palabra
que es jamás no te olvidar,
pues no olvida quien bien ama;
pero yo no me aseguro
ni estoy de mí confiada,
que suele a cuerpo presente
ser la vigilia doblada,
y más tú que lisonjeas,
que ya lo tienes por gala,
de ser como aquí lo has dicho,
no habiendo en mí bueno nada.
Sé muy bien lo que te debo
y plugiese a Alá quedara
hecho mi cuerpo pedazos
antes que yo me casara,
que no hay rato de contento
en mí, ni un punto se aparta
este mi moro enemigo
de mi lado y de mi cama,
y no me deja salir,
ni asomarme a la ventana,
ni hablar con mis amigas
ni hallarme en fiestas o zambras».
No pudo escuchalla más
el moro, y así se aparta
hechos los ojos dos fuentes
de lágrimas que derrama.
Zaida, no menos que él,
se quita de la ventana,
y aunque apartaron los cuerpos
juntas quedaron las almas.
II
-Mira, Zaide, que te aviso
que no pases por mi calle 110
ni hables con mis mujeres,
ni con mis cautivos trates,
ni preguntes en qué entiendo
ni quién viene a visitarme,
qué fiestas me dan contento 115
o qué colores me aplacen;
basta que son por tu causa
las que en el rostro me salen,
corrida de haber mirado
moro que tan poco sabe. 120
Confieso que eres valiente,
que hiendes, rajas y partes
y que has muerto más cristianos
que tienes gotas de sangre;
que eres gallardo jinete, 125
que danzas, cantas y tañes,
gentil hombre, bien criado
cuanto puede imaginarse;
blanco, rubio por extremo,
señalado por linaje, 130
el gallo de las bravatas,
la nata de los donaires,
y pierdo mucho en perderte
y gano mucho en amarte,
y que si nacieras mudo 135
fuera posible adorarte;
y por este inconveniente
determino de dejarte,
que eres pródigo de lengua
y amargan tus libertades 140
y habrá menester ponerte
quien quisiere sustentarte
un alcázar en el pecho
y en los labios un alcaide.
Mucho pueden con las damas 145
los galanes de tus partes,
porque los quieren briosos,
que rompan y que desgarren;
mas tras esto, Zaide amigo,
si algún convite te hacen, 150
al plato de [sus] favores
quiere[n] que coma[s] y calle[s].
Costoso fue el que te hice;
venturoso fuera[s], Zaide,
si conservarme supieras 155
como supisme obligarme.
Apenas fuiste salido
de los jardines de Tarfe
cuando hiciste de la tuya
y de mi desdicha alarde. 160
A un morito mal nacido
me dicen que le enseñaste
la trenza de los cabellos
que te puse en el turbante.
No quiero que me la vuelvas 165
ni quiero que me la guardes,
mas quiero que entiendas, moro,
que en mi desgracia la traes.
También me certificaron
cómo le desafiaste 170
por las verdades que dijo,
que nunca fueran verdades.
De mala gana me río;
¡qué donoso disparate!
No guardas tú tu secreto 175
¿y quieres que otro le guarde?
No quiero admitir disculpa;
otra vez vuelvo a avisarte
que ésta será la postrera
que me hables y te hable-. 180
Dijo la discreta Zaida
a un altivo bencerraje
y al despedirle repite:
«Quien tal hace, que tal pague».
III
-Di, Zaida, ¿de qué me avisas? 185
¿Quieres que muera y me calle?
No te fíes de mujeres
fundadas en disbarates.
Y si pregunté en qué entiendes
y quién viene a visitarte, 190
son fiestas de mis tormentos
ver qué colores te aplacen.
Dices que son por mi causa
las que en el rostro te salen;
por la tuya, con mis ojos, 195
tengo regada la calle.
Dícesme que estás corrida
de [que] Zaide poco sabe;
no sé poco, pues que supe
conocerte y adorarte. 200
Confiesas que soy valiente,
que tengo otras muchas partes;
pocas tengo pues no puedo
de una mentira vengarme;
mas ha querido mi suerte 205
que ya en quererme te canses;
no busques inconvenientes,
si no que quieres dejarme.
No entendí que eras mujer
a quien mentiras le placen, 210
mas tales son mis desdichas
que en mí lo imposible hacen;
hanme puesto en tal extremo
que el bien tengo por ultraje:
lóasme para hacerme 215
la nata de los galanes;
yo soy quien pierdo en perderte
y yo quien gano en amarte
y aunque hables en mi ofensa
no dexaré de adorarte. 220
Dices que si fuera mudo
fuera posible adorarme;
si en tu daño no lo he sido,
enmudezca en disculparme.
Si te ha ofendido mi vida 225
y si gustas de matarme,
basta decir que hablo mucho
para que el pesar me acabe.
Es mi pecho un fuerte muro
de tormentos inmortales 230
y mis labios son silencio,
que no han menester alcaide.
El hacer plato o banquete
es de hombres principales,
mas darles de sus favores 235
sólo pertenece a infantes.
Zaida cruel, que dijiste
que no supe conservarte:
mejor te supe obligar
que tú supiste pagarme. 240
Mienten las moras y moros
y miente el traidor de Zarque
que si yo le amenazara
bastara para matarle.
A ese perro mal nacido 245
a quien [yo] mostré el turbante
no fié yo del secreto;
en pecho bajo no cabe.
Yo le quitaré la vida
y escribiré con su sangre 250
lo que tú, Zaida, replicas:
«Quien tal hace, que tal pague».
De todo lo expuesto podría concluirse lo siguiente acerca de las características de los romances flamencos:
1. Los romances flamencos tienen de ordinario un carácter fragmentarlo.
2. Es frecuente encontrar en ellos una contaminación de composiciones diversas, lo que les confiere en ocasiones una estructura desordenada y hasta caótica.
3. Esta combinación de varios romances en muchas de las composiciones flamencas de este tipo se refleja en el cambio brusco de rima en el plano formal.
4. Métricamente, tampoco se ajustan rigurosamente —excepto en contadas ocasiones— a la regularidad silábica del octosílabo, como es habitual en éste tipo de composiciones.
5. Sintácticamente presentan incorrecciones como el dequeísmo _(«A mí me han dicho de que tú te casas»), anacolutos, reiteración superflua de nexos de relación, etc.
6. En el plano léxico no resulta infrecuente la aparición de gitanismos como terelar, y la sustitución de ciertos -términos que aparecen en otras versiones por otros más coloquiales (mujer por esposa, etc.).
Me gustaría concluir este apartado con una nueva referencia a Luis Suárez Avila, autoridad de primer orden en el Romancero flamenco. Asegura el investigador de El Puerto que «los tratadistas del Romance-incluso los más eminentes, quedan sorprendidos de la riqueza y el ,vigor con que estos gitanos conservan este Romancero que no se da en otras áreas del mundo hispánico, ni tan siquiera entre individuos de esta raza afinados en otras provincias andaluzas».
Suárez Ávila después de un concienzudo estudio sobre diversas versiones flamencas de romances y de una referencia a numerosos fragmentos que, desgajados de su contexto romancístico han devenido coplas independientes y han tomado carta de naturaleza flamenca,
— la música y los textos de los antiguos romances serían adoptados por estos gitanos y transmitidos de padres a hijos.
— «la progresiva falta de memoria, ha producido una inevitable fuga de versos y de detalles supérfluos y, en algunos casos, versiones fragmentarias muy cortas ( ... ) Creación posterior, apoyada en los modos del Romancero, de una rica poesía narrativa ( ... ) fijación por obra y gracia de varones que gozaron en los núcleos flamencos de venerabilidad y respeto de los caracteres que fueron conformando este fenómeno. Las versiones que ellos cantaron, completas o truncadas, quedaron como modelos dignos de tenerse en cuenta y, así, intocables, siguieron siendo interpretadas por sus continuadores».
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