martes, 26 de junio de 2012

Vicenç Navarro: El prisma identitario y las clases sociales en Cataluña. Tabú en El libro de Estilo de Catatònia Triomfant.(1)



Del libro de Vicenç Navarro: "El subdesarrollo social de España":
Coloco aquí este trocito del capítulo que define muy bien la forma en que se erige la "red clientelar"en Catatònia Triomfant: el tema identitario oculta la lucha de clases para los fines de aquellas que están instauradas actualmente en el poder.

Vicenç Navarro tuvo que exiliarse de España por razones políticas. 

Ha vivido y trabajado en Suecia (en centros académicos de Upsala y Estocolmo), Gran Bretaña (London School of Economics, Oxford y Edimburgo) y EE.UU. (The Johns Hopkins University, donde ha sido catedrático de Políticas Públicas, Ciencias Políticas y Sociología). 

En 1997 se reintegró a la vida académica-española como catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona, y más tarde como catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Pompeu Fabra, donde dirige el programa de Políticas Públicas y Sociales patrocinado junto con la Johns Hopkins University, donde continúa siendo profesor. 

Ha escrito treinta libros, traducidos a varios idiomas. Fue galardonado con el Premio Anagrama de Ensayo del año 2002 por "Bienestar insuficiente, democracia incompleta. Sobre lo que no se habla en nuestro país."









(...) pags. 211 y siguientes:

 "A mediados de 2003, y a raíz de las declaraciones del entonces candidato socialista a la presidencia de la Generalitat, Pasqual Maragall, en las que criticó al gobierno de CiU por favorecer a los catalanes nacidos en Cataluña versus los que nacieron fuera de ella, se abrió un debate sobre uno de los temas que ha sido definido –por algunos comentaristas– como un tabú en los círculos mediáticos y políticos en Cataluña: 
es decir la importancia de lo étnico en la política catalana. 
 La gran mayoría de comentaristas la niegan, haciendo hincapié en la convivencia que se presume ejemplar entre los distintos grupos étnicos y/o culturales y/o raciales que componen Cataluña. Tal complacencia ignora, sin embargo, la existencia de una discriminación real: véase por ejemplo el escasísimo número de catalanes nacidos fuera de Cataluña que han ocupado puestos de responsabilidad política en la administración catalana.

Este debate, sin embargo, oculta e indirectamente refuerza el mayor tabú que ha existido en Cataluña, y es el silencio ensordecedor sobre la existencia de clases sociales y su reproducción a través de las instituciones políticas.



En realidad, la discriminación de clase ha sido la más obvia y a la vez la menos visible en el debate político de Cataluña, y ello como resultado de que la estructura de clases ha desaparecido del discurso político y mediático dominante del país. Sólo aparece precisamente para negar su existencia, y se define a la mayoría de catalanes como pertenecientes a las clases medias, aceptando, sin embargo, la existencia de dos minorías, la de los ricos por un lado, y la de los pobres (los inmigrantes más recientes) por el otro. En ocasiones (incluso en estadísticas y encuestas oficiales) se define a estas dos minorías como clase alta y clase baja, con lo cual la estructura social de Cataluña se presentaba, en el discurso mediático y político dominante, como clase alta, clase media y clase baja.


 

La realidad, sin embargo, pone en cuestión cada uno de estos supuestos. En Cataluña hay clases sociales y hay tantas Cataluñas como clases sociales. Es más, la clase social a la que un catalán pertenece es la variable más importante para explicar, entre otras cosas, los años de vida que vivirá, el tipo de trabajo que tendrá, la educación que recibirá, la vivienda donde residirá, la parte de la ciudad o del pueblo donde su vivienda se ubicará y, también, sus probabilidades de ocupar un cargo político de representatividad. La evidencia de lo que digo es abrumadora. Y las clases sociales son (como decía en la primera sección de este libro) burguesía, pequeña burguesía, clases medias y clases trabajadoras (dividida esta última en clase trabajadora cualificada y no cualificada). 

La estructura del poder político y mediático está controlado por la burguesía, la pequeña burguesía y la clase media de renta alta. Las clases medias de renta media y baja y la clase trabajadora representan el 68% de la población en Cataluña, país altamente elitista, con una enorme concentración de poder. Un indicador de este poder de clase es que incluso el discurso de clase ha desaparecido. El debate político, por lo tanto, tiende a centrarse en el tema nacional, detrás del cual se refleja un continuismo del poder de clase existente. 

La nación catalana es definida por la estructura de poder, la cual considera a las otras Cataluñas (formadas por otras clases sociales) no suficientemente catalanas o incluso anticatalanas. En este aspecto, los «otros catalanes» no son únicamente los que nacieron fuera de Cataluña, sino que son la ciudadanía que pertenece a la clase trabajadora (y a las clases medias de renta baja) que no aparecen en las estructuras de poder político, económico o mediático y cuya misión política se supone que es la de apoyar electoralmente a aquella estructura. 

Éste es el tabú que se ha ocultado detrás del otro tabú, el étnico. Esta situación de discriminación de clase explica que, en el debate político de la Cataluña dominante, parte de «los otros catalanes» no participen y se abstengan. De ahí el gran error de las izquierdas, que, al abandonar el discurso de clase (muy pocos políticos de izquierda hablan de la clase trabajadora, por considerarlo, supongo, un término anticuado), estimula la abstención de la clase trabajadora, el punto más flaco de las izquierdas.

A pesar del cambio de gobierno, en Cataluña, debido al enorme poder de ese 30-35% de población de renta superior a la hora de configurar la cultura mediática y política del país y su sabiduría convencional, los temas identitarios absorben un gran espacio, de manera que casi toda la realidad es vista y evaluada bajo el prisma identitario, ignorando la dimensión de las clases sociales

Desde la Constitución europea (cuya bondad se evaluó casi exclusivamente en el reconocimiento o no del catalán) hasta el considerable subdesarrollo del Estado del bienestar (que se explica exclusivamente por la existencia del déficit fiscal con España), casi todo se analiza según el criterio nacionalista (llámese éste como se llame). Como ejemplo encontramos el debate, clave en los medios en la segunda mitad de 2004, sobre si el Estatut otorgaría o no el derecho a la autodeterminación, propuesta considerada necesaria para conseguir más recursos para Cataluña.


Pero la pregunta debería ser: ¿para qué clase social se piden esos recursos? 


No se puede asumir automáticamente que más recursos para Cataluña quiera decir más recursos para las clases populares de Cataluña. Esta realidad la estamos viendo cada día en la manera como los temas de la vida cotidiana se tratan y reproducen en nuestro sistema político. Desde la discusión del tema del AVE hasta las políticas educativas, podemos ver que sistemáticamente se ha beneficiado a unas clases sociales a costa de otras. 




La Fundación Bofill publicó a mediados de 2004 un estudio en el que se muestra cómo el modelo educativo catalán es uno de los más clasistas de España.


Cataluña, hasta el año 2003, era la comunidad autónoma que más subvencionaba las escuelas privadas (adonde van los hijos del 30% de renta superior del país), asignando uno de los gastos públicos por alumno en la escuela pública (adonde van los hijos de las clases populares) más bajos de España y de la UE-15. No es de extrañar, por lo tanto, que el rendimiento académico de los primeros sea —como muestra el informe— mucho mayor que el de los segundos. Cataluña —el país que según la sabiduría convencional no tiene clases sociales— posee uno de los sistemas educativos más clasistas de la UE, reproduciendo una de las estructuras sociales más polarizadas de Europa.


Esta polarización aparece también en otro dato: según las estadísticas de mortalidad publicadas por la Agéncia de Salut
Pública de Barcelona, un burgués en Cataluña vive diez años más que un trabajador no cualificado, una de las mortalidades diferenciales por clase más elevadas en la UE-15. 

Parecería lógico que estos temas fueran ejes centrales del debate en Cataluña. Pero no lo son; apenas se discuten en los medios de persuasión, que continúan sumergidos en los temas de redefinición identitaria, lo cual, por cierto, repercute negativamente en la imagen mediática del nuevo gobierno, que ha enfatizado con razón los temas sociales de la vida cotidiana que tienen mucha menor visibilidad en tales medios que los temas identitarios.
 
 







continuará...


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